miércoles, 7 de marzo de 2018

Martes





Martes

Adela llegó a casa cansada después de una larga jornada de trabajo limpiando aquellas interminables oficinas. Abrió la puerta y contempló con los ojos como platos la escena que se descubrió ante ella: ni rastro de los platos dónde habían comido los niños ni de la ropa sucia que había dejado preparada para lavar. Extrañada, entró al comedor. Los juguetes, normalmente desparramados sobre el suelo, la miraban apilados desde un rincón de la sala, esperando la llegada de los pequeños. El polvo limpio. Su pijama, aunque algo desgastado, parecía nuevo: lo encontró cuidadosamente doblado bajo la almohada, que reposaba sobre una cama cubierta por inmaculadas sábanas recién puestas. ¡Qué detalle!, pensó Adela, emocionada y con súbitas ganas de que llegase Julio. Dado que estaba sola y los niños estaban en el futbol buscó aquel camisón que encontró al 50% y se lo puso ante el espejo, ensayando miraditas sexys con las que recibir a su marido. Aprovechó y pintó sus labios de rojo, sabía que a él le encantaba. Sonó el timbre. ¡Aquí está!, pensó emocionada. Abrió la puerta. ¡Adela, hija mía! Había ido a por huevos, que he visto que se os habían acabado. He dejado la lavadora puesta, ¿te has dado cuenta? ¿Pero qué haces así vestida? Estamos en enero, ¡te vas a resfriar! Anda, voy a entrar y nos tomamos un chocolate calentito, que también he comprado… Adela, entonces, comprendió. Aún con el camisón, abrazó cariñosamente a su madre. Era Martes, el día en que mamá se ofreció para ayudarles. Lo había olvidado.

Gamusina




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